Investigadores de la ULPGC participan en una investigación sobre la adaptación de los microorganismos marinos a la tormentas de arena en aguas de Canarias

Imagen de polvo sahariano sobre Canarias, captada por la NASAUn grupo de científicos del Instituto Universitario de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y de la Universidad de Antioquía (Colombia) han publicado una investigación sobre la adaptación de los microorganismos presentes en el océano a la escasez en las aguas canarias, según informa la Agencia EFE.

Concretamente, el estudio se ha publicado en el número de septiembre de 2016 de la revista especializada Scientia Marina y está suscrito por los investigadores Alfredo Jaramillo, Inmaculada Menéndez, Ignacio Alonso, José Mangas y Santiago Hernández León.

En el estudio, los científicos comprueban que los microorganismos presentes en aguas próximas a Canarias, en el Atlántico, son capaces de adaptarse a la escasez del océano, provocando que el hierro flote. Asimismo, los investigadores comprobaron hace un tiempo que las tormentas de arena del Sahara, conocidas como ‘calima’, fertilizan el Atlántico con minerales. Con motivo de este descubrimiento, decidieron realizar un estudio sobre los minerales que transportan las calimas y sobre cómo se comportan mientras el polvo del Sahara permanece en el aire y cuando cae al mar.

El Sahara es la principal fuente de partículas en suspensión de todo el planeta. De hecho, se calcula que el desierto norteafricano aporta dos tercios de todo el polvo que se genera en la Tierra y que el 26 % acaba en los océanos, según recogen los autores de este trabajo.

Por ello, se propusieron observar en una de las islas que sufre este fenómeno con más frecuencia, Gran Canaria, qué tipo de minerales transportan las tormentas de polvo y qué ocurre con esas partí­culas cuando se depositan en el mar, tomando como referencia dos episodios concretos de calima ocurridos del 19 de al 25 de marzo y del 31 de marzo al 2 de abril de 2011.

Los investigadores recuerdan que las "nubes de arena" del Sahara pueden cubrir de polvo lugares situados a miles de kilómetros, e incluso cruzar el océano Atlántico en menos de una semana.

En este caso, las dos calimas estudiadas se generaron a unos 700 kilómetros de Gran Canaria, en el oeste de Argelia, el Sahara Occidental y el norte de Mauritania, según los datos aportados por el sistema de predicción de polvo en la atmósfera del Centro de Supercomputación de Barcelona, cuyas localizaciones se corroboraron luego por el tipo de minerales encontrados en el aire y el agua.

El trabajo confirmó que, durante un episodio de calima, las concentraciones de polvo en suspensión en la atmósfera se multiplican por 20 en el aire (la medición se hizo en Las Palmas de Gran Canaria, en la estación de Las Rehoyas, a 300 metros de altitud), por ocho en el océano a diez metros de profundidad y por 1,6 en aguas más profundas, a 150 metros bajo la superficie.

Sin embargo, sorprendentemente, el trabajo también reveló que, tanto antes como después de las calimas, la capa de agua situada a diez metros de profundidad tení­a el doble de concentración de polvo del Sahara que el aire, y también el doble que el agua a 150 metros.

Según señalan los autores, otra de las sorpresas del trabajo reside en que, contra lo que pudiera esperarse por el efecto de la ley de la gravedad, los minerales más pesados del polvo del Sahara, los distintos óxidos de hierro encontrados (hematitas y goetitas), se hunden más despacio en el océano que otros compuestos más ligeros, de forma que su concentración a diez metros de profundidad es mucho mayor que en el aire.

Pero lo que la fí­sica no explica, lo aclara la biología: "Esta pauta de concentración selectiva de partí­culas de hierro puede explicarse por procesos de retención biológica en el agua".

Los autores recuerdan que están documentados varios microorganismos presentes en el agua del mar que se alimentan de compuestos fárricos, cuyo comportamiento ayuda retener esos nutrientes en las capas superficiales del océano.

A su juicio, esta retención de hierro (y no de otros minerales presentes en el polvo del Sahara) "sugiere una adaptación evolutiva de los microorganismos marinos a utilizar micronutrientes limitados en el océano". Es decir, un ejemplo de cómo los primeros escalones de un ecosistema puede adaptarse a sobrevivir en la escasez con cualquier recurso, aunque este sea el molesto polvo del desierto.