LA MUJER EN LA BAJA EDAD MEDIA
Desde el
siglo XII aumenta el número de escritos femeninos, el número de personas ricas
que participan en la vida intelectual y espiritual, y el de mujeres que son dueñas,
transmisoras de herencias, lectoras, mecenas, oyentes, tutoras, viudas, de un
espectro social más amplio que anteriormente que se limaban a princesas o
santas.
Siguen
sometidas a la hegemonía masculina, no solo en el terreno cultural, sino en
todos los ámbitos sociales. Los testimonios sobre sus experiencias cotidianas
tienen que seguir interpretándose a la luz de las idealizaciones y desprecios
masculinos, su comportamiento sigue sujeto a las normas y controles sociales,
pero es cierto que se beneficiaron de las posibilidades de una mayor movilidad
social y de los cambios culturales y religiosos aunque en este campo fueron
frágiles y vulnerables, fuesen místicas o brujas.
La evolución
del derecho en la BEM, sin entrar en detalles según su estamento, abre ciertas
tendencias. El derecho medieval pese a su inclinación por la enumeración de
derechos comunes o probados en la práctica cotidiana y las reglas que de este
se derivan, tienen un carácter más prescriptivo que descriptivo, por ello
expresan más un ideal, el deseo de los legisladores, que la realidad. Y
respecto a ellas decir que no participan en la redacción de los códigos
legales. La situación legal es desventajosa para ellas, no tienen derecho a la
autodeterminación, pero en ese marco pudieron escapar o alterarlo. La situación
legal de la mujer en BEM venía de una serie de normas independientes, derechos
especiales y privilegios. El origen regional y social era clave y en algunas,
por ejemplo las judías, también su adscripción étnica y religiosa: las de las
ciudades estaban sujetas a los derechos municipales codificados en los XII y
XIII, excepto las religiosas por el derecho canónico. Las campesinas de europa
central dependían de los derechos gentilicios como el código de los sajones de
1260 o el espejo de los suabos en el sur. En las regiones mediterráneas el
derecho romano, pero en el norte de Francia eran prescriptivas las “coûtumes”,
los derechos consuetudinarios codificados. Debido a la movilidad los derechos
se mezclaron y solaparon dando pie a situaciones confusas como en Francia que
solo terminó con la Rev de 1789-95 parcialmente de acuerdo con los principios
de libertad e igualdad.
Las mujeres
estaban sujetas a estos sistemas, pero en casi todos los códigos legales
existían normas específicas concernientes al sexo femenino, por lo general
normas que restringen sus derechos dentro o fuera de la familia. La expresión
legal más llamativa de inferioridad de las mujeres fue la institución de la
tutoría ejercida por el sexo masculuno sobre ellas y presente en casi todos los
sistemas legales, supone la merma de su capacidad legal. Los derechos
gentilicios excluían a la mujer de todos los asuntos públicos. No podían acudir
solas a un juicio sino dejarse representar por un hombre, su mentor, si eran
solteras el padre y si casadas el marido. Si fallecían estos el varón más próximo de la familia
paterna. Y además de hacerse cargo de la representación judicial tenían
disposición y disfrute de su patrimonio, de castigarla o matarla, decidir el matrimonio
o venderlas. Esa tutoría basada en el sexo determinó un acceso limitado de la
mujer a los cargos públicos, como señora feudal o reina, pese a que las hubo,
así como una capacidad comercial limitada que empezó a desaparecer a fines de
la Edad Media en Europa central y occidental. Aquí las solteras recibieron
derechos, los textos legales del XIII conceden a solteras y viudas mayor
libertad de decisión y actuación comercial respecto a las de derecho
gentilicio. En derecho privado podían disponer de sus bienes y representar a
sus hijos menores. Las casadas siguen sujetas al patronazgo marital a excepcion
de las que se dedicaban al comercio. A medida que la familia estricta adquiere
papel predominante hacia fines E Media el estado civil de las mujeres, su
relación con marido, ganó importancia en posición social y ámbito de actuación.
Aunque en E Media nunca se puede desligar a los individuos de la familia
amplia, incluso en la ciudad, gana terreno la nuclear y en ella la relación con
el marido.
En la BEM
una de las manifestaciones más claras de la crisis fue la drástica reducción de
la población, casi en un tercio, disminuyendo la fuerza de trabajo y la
relación entre feudales y contribuyentes, época de revueltas campesinas y
urbanas, y también de ruptura de la situación marital, habrá más mujeres no
casadas y aumenta la edad de matrimonio. Las ciudades tienen atracción especial
para las mujeres solas, por la calidad de mercados de trabajo o lugar de retiro
para viudas, centros de comercio e industria, y centros proclives a novedades
religiosas-sociales.
Su posición
en la familia. La edad y el matrimonio no solo responden a la dinámica de los
procesos económicos y demográficos, por ejemplo al hecho de que desde XIV cada
vez más asalariados estuviesen en condiciones de formar familia, sino a ciertas
estrategias familiares de concertación de alianzas en cada clase, quedando
reflejados los valores religiosos y mentales -y sus modificaciones- st el
empeño de la iglesia de ejercer influencia sobre el matrimonio y la moral. S.
Duby se produjo una aceptación cada vez mayor de una relación monogámica
indisoluble fundada en Dios y basada en representaciones y valores
teológico-eclesiásticos. A partir del XIII es lícito hablar de modelo
matrimonial cristiano, un matrimonio de por vida basado en el consenso de
ambos. Este modelo no solo desplaza la relación del vasallo respecto al señor,
el matrimonio consensual subraya su capacidad frente a la tutoría feudal, sino
que influyó en las relaciones entre sexos y generaciones. Para ellos un único
matrimonio suponía la limitación del número de hijos legítimos, de herederos
legítimos, y produjo una provocación y la disolución de la estructura
jerárquica imperante. Antes respondían a conciertos entre grupos familiares.
La libre
voluntad y capacidad de decisión en el ámbito matrimonial tenía, pese a todo,
pocas posibilidades de imponerse en una sociedad autoritaria y centrada en la
familia. La importancia dada al matrimonio como medio de adquirir y mantener
estructuras de poder y bienes impedía a los jóvenes influir en sus planes de
boda trazados por los mayores, st clases altas. Pese a la doctrina de la
iglesia del consenso entre cónyuges, los padres, amigos y parientes, se ocupan
del futuro de hijas, sobrinas y nietas, y los chicos tampoco participan mucho
más st los herederos. Solo las clases bajas urbanas o rurales tienen más
libertad y resistencia frente a la tutoría paterna. Por tanto la libertad de
elección del cónyuge no es un parámetro para medir el nivel de opresión y
limitación femenina, sino un rasgo propio de la organización familiar en las
capas altas, limitador para ambos sexos. La opresión de la mujer por medio de
la concertación de matrimonios reside más bien en la reducción de su existencia
a la vida al lado de un hombre para atender sus intereses y necesidades, en el
control de la sexualidad y del cuerpo femenino y en la deformación psíquica de
la esposa a la que considera una extraña. Las mujeres trataron de influir en
esta decisión, sea solicitando la anulación posterior eclesiástica,
refugiandose tras los muros del convento y el voto de castidad.
La costumbre
de patrilocalidad que fue la norma de la nobleza y patriciado urbano,
garantizaba a los jóvenes adultos varones ya prometidos un entorno psico-social
conocido; a ellas no, concertado el matrimonio, la novia, una niña 12-15, iba a
residir con la familia paterna, a proteger la prenda de los intereses en un
convento, o a la corte. Es posible que no fuera duro porque las madres
consideraban que la forma de vida más ventajosa para su hija era el matrimonio
y se debían ocupar de que se casasen. Así se legitimaba la costumbre de los
matrimonios infantiles entre las clases altas y se reducían las posibilidades
de imposición de su criterio. Si alcanzaba la mayoría de edad antes podían
intervenir en la concertación del matrimonio, elegir entre varios como las
viudas. Las jóvenes que deseaban escapar de la imposición tenían que huir como
Clara de Asís y su hermana Agnes, fundadora del convento, refugiandose con san
Francisco y orden, sin escapar de la paliza de los varones de la familia. Los
conflictos provocados por matrimonios no admitidos tuvieron que dirimirse
apelando a los tribunales (no olvidemos que hasta Trento los celebrados sin
consentimiento paterno se consideraban nulos y en Francia hasta la revolución),
los que se casan sin consentimiento podían ser desheredados, aunque estos casos
se refieren a jóvenes varones, prueba de que les afectaba negativamente
también. Pero demuestra que las mujeres debían someterse a principios legales
diferentes y que sus acciones se medían por un rasero distinto. Solo parecen
tomar decisiones si son bodas por rapto, aunque esto se entiende como decisión
masculina. Forzar, obligar, violentar la voluntad de la hija era lo normal.
Una vez
casadas su vida era la siguiente. La doctrina del matrimonio defendida por la
Iglesia no logró imponerse al reparto de poder sancionado por la sociedad. Esta
decía que como la Iglesia estaba sujeta a Cristo las mujeres a sus maridos en
todo (Efesios, 5.31). Para la Iglesia un buen matrimonio era tal cuando en esa
sociedad hombre-mujer aquel gobernaba y la mujer obedecía. Los esposos se
destacaban por hacer uso de la violencia y ejercer un control mezquino sobre
las prácticas religiosas de la mujer y su forma de vida. Algunos la repudiaban
por rechazo o esterilidad. Si las vemos a través de las actas del tribunal de
oficio de París de XIV y XV, en una instancia legal episcopal que se ocupaba st
de asuntos de familia, la mayor parte de los litigios se referían al uso de la
violencia en el matrimonio, indicio de que en los círculos no nobiliarios
reinaba el convencimiento de que los esposos podían hacer uso de un derecho
ilimitado que les permitía educar y domesticar a las esposas. El hecho de que
estos casos fueran denunciados ante un tribunal por las propias esposas o sus
familiares en el XIII, en ocasiones junto a la solicitud de separación o
anulación, resulta sorprendente y prueba que las esposas no admitían
voluntariamente el yugo del matrimonio como preconizaban teólogos y moralistas.
Por otro lado, el hecho de que muchas casadas fueran llevadas a juicio por
insultar y maltratar a sus maridos refuerza la idea de que las discrepancias
matrimoniales podían deberse a veces al egoismo de las esposas que trataban de
imponer su criterio haciendo uso de la violencia. Pero esto no era usual, y los tribunales de oficio les recordaban que
debían obediencia al marido algo que no solían respetar.
La realidad
es que la posición de dominación del hombre en versión de la Iglesia y los
laicos, representa solo una imagen ideal producida por la sociedad masculina.
Pero esa ideología reprimía la vida cotidiana femenina y la endurecía hasta el
punto de explicar asesinatos. Se castiga duramente a las que quisieron
deshacerse del esposo con prácticas hechiceriles, veneno, o armas veladas, pero
seguramente su vida le resultaba insostenible y no podían escapar a ese yugo.
Por tanto, los maridos eran la primera instancia de control social de las
mujeres aunque no la única. Los decretos canónicos que convierten al esposo en
su mentor, subrayan su responsabilidad y los métodos que podía adoptar el señor
para dominarla. Y se expresa en el derecho de castigo aprobado por las
autoridades eclesiásticas y laicas así como el privilegio de romper el
matrimonio sin consecuencias.
Mientras la
norma castigaba a las adúlteras, ellos no sufrían castigos si se relacionan con
criadas, o iban a casas de mujeres, burdeles en todas las ciudades desde fines
del XIV, que servían para canalizar las necesidades sexuales de aprendices y
artesanos solteros, excluyendo sacerdotes y judíos. Si iban los casados tenían
que pagar una pequeña multa. Aunque el matrimonio era de acuerdo con la
doctrina de la Iglesia el único lugar donde podía practicarse la sexualidad de
forma legítima, la ética permitía al marido una libertad mayor. El fin del
matrimonio era la procreación de herederos legítimos y por ello el cuerpo
femenino debía ser controlado. Los deberes conyugales recaían sobre la esposa y
uno de los rasgos de las casadas o casaderas era no tener control sobre su
cuerpo y st en la nobleza donde se prestaba especial atención a la descendencia
femenina y a su virtud. La mayoría de hijas de nobles y patricios a fines E
Media pasaban los últimos años antes de la boda en un convento, las viudas
casaderas vigiladas por la familia y si trataba de escapar a la norma era un
escándalo.
Las de
estratos más modestos disfrutaban de un control menor, pero la línea que
separaba su deseo sexual y la prostitución era muy fina. En algunos tribunales
episcopales normandos se llegó a acusar a algunas esposas de lascivia
extraconyugal por haber practicado la prostitución con connivencia de sus
maridos. Solo los eclesiásticos más severos consideraban otras relaciones
prematrimoniales entre jóvenes campesinos como extramatrimoniales. Sin embargo
los jóvenes se consideraban prometidos y sus contactos como preparación al
matrimonio. Las formas de amor libre tuvieron que ceder a fines de la Edad
Media por la moral burguesa, st por las mujeres siempre expuestas al embarazo
extramatrimonial y, por ello, no deseado. En el XVI se condenaba a las madres
adúlteras o solteras a pena de muerte por ahogamiento. Pero a fines del medievo
muchas mostraban especial interés por clérigos y sacerdotes, que se ganan su
confianza a través de la confesión, y a veces estas les correspondían a pesar
del control a que estaban expuestas, pese a que a veces se condenan a muerte
-no a los maridos- por lo que las normas se aplican a ellas.
En el caso de
las nobles, o de las clases superiores su vida venía determinada por su
posición y su poder económico. Un control casi ilimitado por los bienes
muebles, dinero, joyas, objetos valor, vestidos de la dote y ajuar, objetos de
la casa o los producidos en ella, el control de la despensa digamos y cierta
capacidad para comerciar. Algunas administraban sus patrimonios aunque en
ocasiones se apoyaran en albaceas profesionales. Ahora bien, en cuanto a la
intimidad conyugal deja mucho que desear su vida pues consistía en el uso común
del dormitorio y ni siquiera de forma habitual. A veces viven separados durante
años si era la voluntad del señor, y en pocas ocasiones los acompañan las
mujeres a la corte o a las campañas. En general, la vida de casados por muerte
de uno u otro no dura más de 10 ó 15 años de ahí que se justifique la
consideración como unión temporal. El amor se considera resultado de la vida en
común más que como fundamento del matrimonio. Y esos principios tenían validez
para los de la burguesía urbana. Estos resultaban menos represivos que los
nobles, la edad era más alta y aumentó a fines Edad Media, parece que disfrutan
de más derechos legales y económicos que la nobles, pero el mismo sometimiento
al esposo. Pueden disponer de ingresos de la casa, controlan la economía
doméstica, criados y riqueza de la familia. Mientras en la nobleza gana terreno
la costumbre de la doble economía, casas o dependencias y despensas separadas,
en las ciudades era común orientada a los intereses familiares gastandose cada
maravedí con cuidado.
En este
sentido la presencia del esposo era más notable, a excepción de los padres
comerciantes que debían viajar a menudo, pero solo los maridos las controlaban
y no como a las nobles que lo hacian la familia, parientes, damas, criados.
Además la importancia económica de estas mujeres en el campo o el taller urbano
era mayor debido a su participación en el negocio familiar. Esto era
fundamental en el taller de los maestros artesanos pues la mayoría trabajaba
sin oficiales de modo que ellas y los hijos formaban parte de la unidad de
producción, o de la venta. Por tanto se encargan de la casa, de los vestidos y
alimentos, de otros trabajos como hilar y tejer para subsistir, preparación de
alimentos o cerveza.
Maternidad:
pese a que era un factor importante de la vida femenina y la posición en la
sociedad de la mujer, su profesión sería criar y educar hijos, a todo esto se
le daba poca importancia, simplemente porque era un estado natural de la mujer
e incluso la sociedad noble mundana creía que la mujer había sido creada
exclusivamente por Dios para ese menester. En consecuencia en las genealogías
que proliferan desde el XII aparecen las que se han dedicado a la maternidad,
un buen matrimonio incluía muchos hijos, una buena esposa lo era si tenía
hijos, pese a que los canonistas tb insistían en considerar el matrimonio no
consumado o sin descencendia como bendecido por Dios. De la existencia de hijos
dependía la herencia, los bienes familiares, y st la relación de fuerzas en el
ámbito político y la estabilidad de los grupos de poder. La ausencia de un
heredero al trono era siempre causa de disputas, conflictos externos e
internos, carestías y sufrimiento. Las mujeres estériles se remediaban, las
buenas, con rezos, peregrinaciones, ofrendas, pero tb por métodos mágicos no
sancionados por la Iglesia. C. Opitz supone que algunas se reunían en fuentes
para presentar ofrendas al hada que habitaba en las mismas, como se hacía en
Borgoña aún en el XVIII. O tocaban piedras erectas, símbolo fálico y de
esperanza, como en el sur de Francia. Baños con hierbas, curas o tintes. No
hemos de suponer que una gran prole era una carga, para los trabajos menores
tenían criados, amas.
En las
familias artesanas y campesinas, criadas y parientes, hermanos mayores,
colaboran en la vigilancia y cuidado, las madres amamantan, lavan, etc, también
simultaneando con las otras labores, con lo que los accidentes se
multiplicaban. Desde los cuatro años se les obliga a trabajar en la casa o
jardín, lo que es el ámbito de la mujer. Para las mujeres medievales los hijos
servían para aliviarles trabajos y asegurarles la vejez, como inversión útil
para ese momento. En cualquier caso, la unió afectiva parece mayor entre las
clases bajas quizas por cercania física. Pero no todas querían tener hijos, las
hagiografías de los 3 últimos siglos de la Edad Media muestran un carácter
antimaternal. La mística y visionaria Angela da Foligno (+1309) agradece en sus
escritos a Dios haberse llevado a su madre, esposo e hijos, puesto que así
podrá dedicarse enteramente a servirle. La visionaria Umiltá (+1310) antes de
ingresar en el convento fue madre y esposa, dejó a la familia sin remordimiento
ni dolor para entregarse a esa vida. Y son más. Cuando no es por esa razón
entraríamos en la parte de la contracepción, caso de las prostitutas, o
relaciones extramatrimoniales. En los textos de los confesores y teólogos se
habla de ello y los métodos, drogas abortivas, tinturas, esterilizantes, y
mágicas (amuletos) dejarían mucho que desear. Se daba también el abandono y el
infanticidio siempre relacionado con mujeres, y desde el XV aumentan las penas
y juicios (demostrarlo porque parecían accidentes) El abandono era último
recurso de los pobres.
En este
sentido, los bastardos de los nobles se consideran que contibuyen a la riqueza
de una estirpe, los de ellas se penaba con la muerte a la mujer si se
demostraba porque era difícil si estaba casada.
El trabajo
femenino era múltiple como vemos, pero más pesado en las campesinas y peor
remunerado que en las de las ciudades con menores ofertas además. Aunque era
trabajo estacional, intensificación del cultivo del grano, vitícola, aumento
sector lácteo en regiones, huerto, segar, casa, leche, queso, fruta, bayas, paños
de lino y jabón. En la ciudad podían practicar el comercio menor vendiendo
productos elaborados o importados, es el caso de las chamarileras, recatonas, o
vendedoras acogidas en corporación, participan en cargamentos de lejos incluso
invirtiendo en commendas. Se tenían que encargar de las ventas mientras el
marido viajaba. Pero siempre el trabajo estaba ligado al ámbito doméstico para
que pudiesen compaginar sus deberes familiares con el trabajo productivo. Otro
campo era la docencia, como profesoras y tutoras había en el XIII unas 21
mujeres en París, gran ciudad comercial. Desde el XIV las escuelas eran mixtas
pero a mediados siglo se ordenó la separación por sexos. Si eran contratadas
por el municipio recibían un sueldo fijo en efectivo y especie, vivienda y
alimentos. Las maestras independientes contaban con menores ingresos o no
regulares que debían abonar alumnos y alumnas. En el campo de la medicina
algunas también aparecen, aunque es masculino desde curadores, cirujanos. Una
excepción fue en 1321 la aprobación de la cirujana Francesca esposa de
MateoRomano por el duque Carlos de Calabria. En la facultad de medicina de
París, sin embargo no se permite y se acusó en 1322 a Jacqueline Felicie de
Alemania de 30 años de practicar la medicina de forma ilegal por no poseer
título universitario. Y se prohibe tb a Johanna Belota judía y a Margarete von
Ypern su oficio de cicatriceras. Donde la presión académica era menor las
mujeres médicos sí tenían clientela. En 1394 en Fracfort la hija de un médico
fallecido trabajaba, y en el XV tenían 16 mujeres médicos gran parte judías
especializadas en enfermedades de los ojos. Curanderas, bañistas, asitentes, es
elevado, sin títulos. Al final se prohíbe. Pero un campo continúa, el de la
ayuda al parto. La moral tradicional prohibe a hombres explorar a mujeres, los
estudios de ellos eran teóricos. Parteras, matronas, madres de dolores,
comadronas, realizaban un gran trabajo práctico. En muchas ciudades recibían
salarios municipales por las atenciones.
En el campo
de los gremios, de la artesanía, las cosas van por el mismo camino. Conocían el
oficio por vivir en el taller, pero admitir mujeres en los gremios era difícil.
Pese a todo algunos vestidos y productos de lujo tenían oficiales, aprendizas y
maestras artesanas: fabricaban paño cañamazo, lana, empleadas por sastres,
peleteros, bordadores de oro y seda, y estos últimos llegaron a formar gremios
exclusivamente femeninos en Colonia o París. En Bolonia el gremio de peleteros
concede los mismos derechos a hombres y mujeres en 1226 y casi todos alemanes.
Otro sector femenino la industria de víveres, tahonas (de pan, pasteles,
tortas, pastas,) carnicerías, pesaderías, almazaras, viveros y fábricas
cerveza. Y ejercían profesiones típicamente masculinas en el sector de la
metalurgía y construcción. Pero ciertos indicios permiten apuntar que parece
que eran casos de esposas y parientes femeninas de los agremiados, y que ellas
no particiapan activamente como maestras artesanas siempre. Pero al tiempo que
se desarrollaban los gremios se cerraban puertas a las mujeres, a medida que
avanza el XVI menos frecuente es su participación en estas actividades, y
finalmente les estaba prohibido. Su desplazamiento fuera de la vida laboral
parece que determinó más su domestificación y la de su trabajo en los XIX Y XX.
A mediada que avanzan mercados, las medidas represoras de los gremios son
mayores, incluso prohíben nuevas técnicas de producción, y más el trabajo
femenino. En todos los oficios se redujo su número.
Estas
limitaciones, lentas pero contínuas, sitúan a mujeres solas en actividades
marginales. Para los clérigos las pobres tienen propensión a la promiscuidad, y
en realidad era una terrible realidad social. La prostitución de XIV y XV
estaba ya regulada por los concejos, principales beneficiarios de la actividad
del encargado del burdel urbano que arrendaba la renta de la mancebía al
ayuntamiento. Además aquí estaban protegidas frente a la violencia de los
clientes, a veces se llaman conventos y estaban dirigidos por una abadesa. En
realidad, la mujer sola en la Edad Media queda sin posición social en un mundo
de hombres, y a ello se reduce su vida y la limitación de su actividad. Con la
muerte del marido se perdía al dueño y señor, y al protector. Pero con toda
probabilidad eran las mujeres artesanas las que mayor interés mostraban en
casarse por la amenaza a la posición económica y el miedo a la pobreza por la
influencia de los gremios.
EDUCACION. M. BORRERO. La Educación de las mujeres. Hª
de la acción social y educadora de la Iglesia en España: Edades Antigua, Media
y Moderna, Bib. Aut. Cristianos, Madrid, 1995, 445-460.
Su exposición
de principio de base es la siguiente, no la de que las fuentes y el mundo son
típicamente masculinos y no se puede estudiar desde otro ángulo: La edad Media
es un mundo con unas características mentales e ideológicas que dibujan un tipo
de sociedad donde cada individuo, cada grupo, tiene su papel, por lo que su
vida se desarrolla de acuerdo con el mismo. Pese a las críticas que se le
puedan hacer a ese mundo, que no es labor del historiador, los hombres
medievales aplican al modelo un pragmatismo férreo. Así, en el ámbito de la
educación se ve que solo acceden a ella aquellos individuos, hombres o mujeres,
que la necesitan para el desarrollo de su papel en la sociedad, de su misión
que le es propia. A través de este prisma la situación es diferente. Hay que
saber qué es educación: educar, en sentido amplio, es preparar a un individuo
para el desempeño de unas funciones en el ámbito social en el que se inserta.
No se trata exclusivamente de darle unas informaciones de tipo literario,
histórico o científico, ni de propiciar el desarrollo de su mente desde un
punto de vista meramente intelectual. Educar, es como bien expresan los
términos empleados en Edad Media, criar, adoctrinar. Se trata, pues, de una
peparación amplia, pero no específicamente profunda en todos los campos, una
preparación que adecua a cada persona en concreto para la misión que le espera
en la vida. Si algo es característico de esta visión de la educación es su
pragmatismo. De nuevo aparece este concepto tan fundamental en los ámbitos de
la vida medieval.
Si aplicamos
esta visión a las mujeres estos dos elementos condicionantes pueden sufrir,
desde punto de vista diacrónico o sincrónico, transformaciones. En terminos
generals, en lo relativo al proyecto de futuro, se acepta que son dos las
posibilidades de una mujer casarse o ingresar en un convento. Cada propuesta
necesita de una preparación específica. Además, de lo anterior se desprende un
programa educativo aplicado a la mujer, primero habrá que conocer el objetivo a
alcanzar, el ideal femenino al que se pretende ajustar a la niña o doncella.
Toda la educación para la mujer girará en torno a dos objetivos: prepararla
para que se ajuste a un tipo de mujer que depende de la posición social de la
familia y del destino que a su vida se ha dispuesto, y en el terreno práctico
proporcionarle exclusivamente aquellas informaciones y prácticas que tengan
aplicación concreta para la función social asignada evitando cualquier materia
educativa que nos se ajuste a esa función o ideal concreto.
¿Como se puso
en práctica el ideal educativo? Tiene que ver la crianza, el adoctrinamiento,
la educación, con dos ambientes diferentes, el familiar y el extrafamiliar,
Para la mujer el primero será más importante sino exclusivo, no se descarta sin
embargo la inserción de la niña o doncella en un círculo educativo exterior
para determinados sectores sociales y específicas funciones. De los primeros años
se sabe poco, depende del grupo las diferencias son enormes. Los niños son
separados antes de la madre para comenzar su función. Las niñas quedan con
nodrizas, ayas o preceptoras, pero en ambiente femenino y un marco familiar.
Aprenderá los valores e ideales femeninos, a ser devota, honesta y virtuosa,
buena madre y esposa, y nada mejor que la suya para enseñarla. El párroco puede
incidir dependiendo del nivel económico y social, pero poco más. Un escaso
número de mujeres alcanzará otra educación.
Educación
intelectual: Para analizarla es necesario separar las destinadas a la vida
religiosa o al matrimonio. De las primeras, las vidas de santas mujeres a
imitar, el canto, pt debían saber leer y escribir y nociones de canto. Tras la
invasión musulmana, los cenobios
femeninos se matuvieron pero disminuyó su nivel cultural, solo Códice de
Leodegunda copiado por esta monja por lo que las escuelas de los monasterios no
debieron desaparecer. Pero con las reformas de Cluny y Císter, disminuye la
actividad docente en ellos y ninguno de estos movimientos reformistas relanzó
el aspecto intelectual de los monasterios, la intelectualidad pasa al ámbito
urbano, a las Universidades. El carácter docente de los monasterios femeninos
se sustituye por el de centros de acogida de mujeres de alto status, asilo para
excedentes femeninos de la sociedad., y de labor social como siempre pero ahora
en mayor grado.
En el periodo
final de la Edad Media, cuando las nuevas órdenes aparezcan en el mundo urbano,
el monacato femenino paralelo no podrá seguir los ideales de sus homóminos
masculinos. Estos se habían lanzado al mundo con el objetivo de predicar y
defender la fe, que les llevó a desarrollar sus capacidades intelectuales, pero
esos objetivos no son propios de una religiosa, por lo que franciscanas y
dominicas no van a ser preparadas en grandes Estudios no van a asistir a las
Universidades. Su labor se restringe al mundo cerrado y local, aunque se eduque
a las monjas en su seno. Las mujeres que fueron destinadas a la vida religiosa
tuvieron educación intelectual, pero en diferente grado según épocas, aunque
mantienen su labor docente hasta la aparición de escuelas públicas elementales
en algunas ciudades como centros de formación femenina extrafamiliar
sobrepasando así la de la vida religiosa.
La
preparación para el matrimonio empieza de niñas, en el marco familiar, y como
las mujeres no conformaron un grupo social definido cada estrato tendrá un
modelo de esposa y madre. Todavía en la Alta Edad Media podría considerarse una
cierta educación femenina, pero el declive se produce pronto. El acceso a la
cultura intelectual de los laicos a través de escuelas palatinas, episcopales o
señoriales, propició la aparición de un grupo de técnicos para la gestión y
administración de las casas reales y señoriales, lo que dio lugar al
alejamiento de las mujeres de esas actividades. Se va consolidando también la
visión de la mujer cristiana en el seno de la familia, su papel se restringe,
se acentúan los llamados valores femeninos, limitados a aquello que el hombre
no puede desarrollar, la maternidad. Todo contribuye a que la mujer quede fuera
de los círculos cultos e intelectuales y se descuide su educación.
Habrá que
esperar a la aparición de un nuevo tipo de ideal femenino en el XII para que
las destinadas al matrimonio, solo determinadas mujeres, vuelvan a tener
reconocido cierto acceso a la vida intelectual. Nos referimos al ideal cortés,
a la dama que brilla en sociedad, que domina la Corte. Se ha afirmado que se
trata de representar con ella una estética, un tipo de mujer en el que domine
la belleza entendida en su aspecto físico e intelectual. Al irse perfeccionando
ese ideal, la dama se va dibujando como mujer culta, bien preparada
culturalmente, capaz de conversar, narrar, escribir. Pero es la visión de una
mujer noble, fundamentalm literaria, aunque pudo tener reflejos en la sociedad
menos brillantes que en la ficción. Pese a todo desde el XIII la realidad es
otra, los tratados didácticos afirman que la lectura es innecesaria para las
mujeres, y la escritura nociva. Los auténticos valores femeninos se vuelven a
situar en la virtud, la obediencia, la honradez, la castidad. La mujer noble es
aquella que cuida ante todo su alma, como refleja Le Miroir de l’Alme, dedicado
a Blanca de Castilla. En ese contexto la educación de la noble se entiende como
una preparación de fuerte carácter religioso que recibirá en el seno familiar
de su madre y preceptores privados o algún convento femenino. La lectura
piadosa sería la única incluída. En el XV se llega a nueva situación que afecta
a nobles y burguesas e incluso estratos bajos. En el polo opuesto las
campesinas, sin elemento intelectual, labores útiles: hilar, tejer, coser y
cocinar. En el urbano son más complejas las características de la educación,
por valores diferentes y distintos ámbitos mentales y económicos. Aunque se
proyecte hacia el matrimonio, su papel es distinto. El cambio se da en este
ámbito, siempre parte del cuidado de la casa, pero el hogar burgués es el
centro de los negocios familiares para los que es necesario un mínimo de
cultura, leer, escribir y contar. Muy pronto la cultura y el dinero son motores
de ascenso social. Pues bien, las mujeres participan en ese fenómeno de
ampliación de la cultura intelectual, en calidad de administradora y educadora
de hijos destinados a los negocios, de apoyo al marido.
Por encima de
los cambios sigue estando la mujer devota, honrada y virtuosa, y que su
preparación estará fuera del circuito intelectual de los hombres y se teñirá de
valores religiosos también, pero en centros específicos fuera del familiar. Por
eso aparecen escuelas públicas femeninas en París a fines XIV, para mujeres de
la baja burguesía y mundo artesanal que no podían costear preceptores privados.
Estas escuelas urbanas podríamos considerarlas laicas, en manos de mujeres no
religiosas, casadas preferiblemente, aunque muy raras. Lo normal es que las
desarrollasen, en España se ve, mujeres devotas, beguinas y beatas que
transmiten además elementos religiosos y normas de conducta. Por otro lado, al
final de la etapa hubo un factor decisivo, la labor de mecenazgo cultural de
Isabel la Católica. En su corte se ponen en práctica las ideas humanísticas, y
a imitación se difunde la cultura en las mujeres. Pero la propia reina, divide
la escuela de su corte entre sexos, aplicando la cultura a las princesas con un
plan de estudios que contiene hilar, coser, bordar, letras y música. El tema de
la pedagogía diferencial femenina es abordado por Luis Vives en La Educación de
la mujer cristiana, puede parecer poco avanzado, pero dio un programa de
estudios para la mujer. Su teoría es aplicable a cualquier grupo social,
mantiene como El Llibre de les dones de Eiximenis del XIV y la labor de Isabel,
la posición de la mujer en la vida, matrimonio o religión. La novedad, única,
radica en su idea de preparación intelectual es necesaria en cualquiera de las
opciones de la vida, y en cualquier estatus. Por ejemplo dice que aprenderá la
muchacha juntamente letras, hilar y labrar, muy útiles en la conservación de la
hacienda y honestidad que debe ser el principal cuidado de las mujeres, ya que
al hombre le toca ganar y a la mujer guardar. Algo que contrasta con lo que
decía el franciscano Lamprecht de Ratisbona que sorprendido a fines del XIII
“hoy en día incluso las mujeres opinan en materia de teología y algunas saben
más de cuestiones religiosas que los hombres más doctos”, y explicaba el
fenómeno diciendo que “pues cuando la mujer trata de llevar una vida agradable
a los ojos de Dios, su dulce corazón y su fuerza de voluntad, menor a causa de
sus escasas dotes intelectuales, le hacen comprender la sabiduría divina con
mayor facilidad de lo que cualquier hombre, por naturaleza más duro, podría
esperar, puesto que no está preparado para ello”. Esa explicación es para la
religiosidad, no para la inelectualidad de los sexos, pero sirve de
comparación, y por supuesto que las místicas no eran menos dotadas que ellos
intelectualmente.